lunes, 25 de mayo de 2020

Diego

Si me he despertado en medio de la noche a escribirte ésto
es porque no quiero volver a pasar media hora en el piso, contraído, desconectado y empapándome el cabello con mis propias lágrimas.

Y porque necesito paz, aún si ya no estoy seguro conocerla.

Me he prohibido contar los días.
Me he prohibido cualquier contacto que me haga saber qué es de ti.
Empecé fingiendo dignidad, y ahora trato de fabricarla.

Necesito decirte que ahora que el mundo está de cabeza, mi mundo lo está dos o tres veces.
Que aunque todos creen que el mundo empezó a terminar a principios de marzo, para mí terminó a finales de enero.

Nunca había odiado más el calor que ahora, y hasta he aprendido a bañarme con agua fría.
Intento ver si así despierto.
Y a la vez hasta el frío me sabe a ti, que llegó contigo y contigo se fue.

Aún le susurro muy de cerca a los árboles del parque donde te abracé por última vez.
Aún corren por piso las hojas a pesar de que ya es primavera y a pesar de que está desierto, como todo ahora.

Que vengan y que digan que sembré en parcela ajena.
Porque aún decido arruinarme la ciudad entera con lo que solía ser.

Y es que el mundo brilló por fin para mí justo antes de apagarse.

No tolero recorrer los caminos que recorríamos.
No tolero pasar frente al departamento de tu mejor amiga.
No tolero ni la plaza.
No tolero ni corregirme cada vez que suena en mi cabeza tu voz diciendo que "además" se escribe junto.
Bebidas, clubes, fotografías, viajes hechos y viajes planeados, formas de decir, formas de vestir, añoranza de los 80's, novelas gráficas que aprendí a dejar de llamar cómics, ciencia ficción, cinefilia, actores, directores, y tu pasión al hablar de ellos, videojuegos, música, músicos, conciertos que me perdí y que perdí después, escondernos de las cámaras para besarnos afuera de mi casa, posar para las cámaras al besarnos dentro de nuestros sitios, botanas improvisadas y aprender que las bebidas de adultos son el agua simple y el suero oral de maracuyá.

Suerte que el cine dejó de existir.
Suerte que los restaurantes y cafés a los que íbamos en cita perfecta cada vez, cerraron todos.
Hasta la banca en la que me visitabas afuera del trabajo ya no está ahí.

Pero todo sigue en mi cabeza.
Y me pregunto si realmente solo ahí.

Puedo ver la casa de tus amigos, con la entrada desierta.
Tu propia casa en la que no he de volver a poner un pie.
Hasta el departamento al que te mudaste y nunca conocí, el que soñé con ayudarte a decorar mientras nos sumergíamos en fantasías de interiorismo.

Puedo escuchar tu sonido en la música.
Sentir tu peso en mi cama y tu calor en la regadera.
Dios guarde el día que perciba un atisbo ínfimo tu olor otra vez.
Ni hablemos de vernos a los ojos,
en los que nos perdimos por primera vez en el patio de tus amigos.
No hablemos de día de brujas.
No hablemos de tu sonrisa, tu cabello, tus buenos y naturales modales.

No vuelva a haber otoño.

Mi vida contigo era todo lo que podía pedir.
Todo estaba en su lugar y resultaría de la mejor forma siempre.
No había más.
No quería pedir más.
Por primera vez toda la mierda de mi vida había valido por completo la pena.
Me vi la vida junto a ti sin más mínimo reproche.

Era feliz, y lo sabía.
Y disfruté cada momento porque sabía que todo lo que existía era el ahora.
Te dije todo lo que me nació menos "te amo" porque sabía que te amaría aún más.

Mis días son melancolía seca y desgastada de tanto repasarla.
Arden dentro de mi pecho y estrujan mi garganta.

He empezado por momentos a hablarle a mi corazón; si aún está por aquí. Le digo que ya pasará todo, sin creerme

Y nada.
No se para qué pero
Quería que lo supieras.
Lo escribo porque no puedo decírtelo.
Y no puedo decírtelo porque...

Ciertamente, ya no es.


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