martes, 6 de enero de 2015

Epitafio



Yo, 
que perdí mi virginidad en sueños
conservándome casto hasta el primer amor,
confieso no arrepentirme de nada 
y me acuso de ser un necio e ingenuo,
lleno de ilusiones, que no cree en lo imposible.

Llévese mi ser a donde Crea conveniente, 
pero mi cuerpo, 
alguna vez templo carnal, 
láncese al mar, 
de la misma forma que fui lanzado a lo desconocido
en el momento de mi nacer.

Caos




Camino en ropa interior hasta la cama,
sólo una camisa encima,
el piso caliente bajo mis pies,
y el satín negro adosado a la piel de mi cadera.

Ahí estás tú, tumbado en la cama,
tu pecho reluciente bajo la tenue luz,
y tu cintura envuelta en la elástica tela gris de tu "ropa de dormir".

Con los brazos abiertos y el viento desde la ventana, meciendo los mechones de tu frente,
me miras tan intensamente, que hasta las plantas de mis pies se ruborizan.

Huelo a coco y parafina.
Hueles a tabaco y yerbabuena.
La habitación huele a todas las lociones de mi cómoda
y por la ventana entra el petricor de la lluvia que empieza a humedecer la tierra bajo el manzano. 

Enervante, es la palabra.
Amor, el sentimiento.
Deseo, reacción.

Curvo mi espalda felina y depredo hasta ti.

Y sabemos que si nos empezamos a besar no podremos parar
porque el momento es demasiado perfecto y nuestras ganas son bastas.
Si abrimos demasiado la boca y tu lengua roza la mía,
si te muerdo el labio,
si me besas detrás del oído,
si te beso el cuello,
si me acaricias los costados,
si te paso los dedos por la espalda,
si te abrazo con las piernas y me anclo de tu cuello,
si abrazas mi locura con tu entereza... 

Nuestros corazones se aceleran,
la sangre se adelgaza,
los poros se abren; se el calor, 
la respiración se vuelve entrecortada,
cada vello se eriza y se funde cada centímetro de tu piel con la mía.
Todo un caos en armonía.
Todo pasa al mismo tiempo.
Somos omnipresentes; estoy en ti y tú en mi.
Todo vibra, todo tiembla.
Los botones abren flor y los volcanes hacen erupción.
El pasto crece, el rayo cae, el león alcanza a la presa.
Nuestra cadencia crea la marea y encela a la Luna.
Toda la armonía del caos como ninguna.
Y cuando todo termina,
el cielo se parte en mi dramático atardecer sobre la palidez de tu cielo.
El sol muere de pena al vernos y las estrellas enternecen sobre las ruinas de nuestro descansar.

Hicimos el amor y deshicimos el mundo.
El caos que destruye para volver a construir.

Tú y yo, abrazados en la cama,
sostenemos lo que acabamos de alumbrar.
La lluvia escurre del manzano,
los poros vuelven a cerrar,
las flores son fruto.

Y tú y yo dejamos descansar el caos que provocamos.
(Nuestra maldita costumbre de anticipar las cosas que ignoramos...)

Ombligo



Mi ombligo, que es tuyo, te extraña.
Se siente como mariposas cansadas de volar en mi estómago.
No han comido y están flacas de tu ausencia.

Qué bien me sabrían estos días nublados contigo; materializando el beso bajo la lluvia que reintentamos, 
compartiendo sombrilla, 
botando flores de papel en los charcos, 
dibujando tu nombre en las ventanas empañadas.

Me mantengo ocupado para ignorar que te ocupo.
Me pongo a cantarte, vocalizo y ensayo, me siento al piano para no desafinar.

Sólo me queda esperar.
Ver como nos cansamos, desesperamos, cómo caen una a una las mariposas.

Y no quiero, no quiero que así sea;
Eres lo más real que he tenido,
Si puedo decir que te tengo,
Y serás el dolor más real que nunca haya tenido también.

Nunca he sido bueno esperando.
Vivo rápido o intensamente, y ambas.
Ahora ambas nos llevan al lugar que temíamos llegar.

Recuerda que ambos decidimos quedarnos.
Y sí, estoy enamorado, pero podría ser peor.
Podría no ser correspondido.
Y dado que doy por hecho lo contrario, te quiero, 
Ame enfervorices, te venero, te soy y me vuelvo a ser.

No me queda más que recordar
que el tiempo es justo con los que saben esperar.
Pero hay que saber qué esperar.
Aquí te espero. 


Enviado desde mi iPad

Desde dentro.



Prometo no volver a humillarme por amor.
No volver a mendigar un beso.
No volver a sentir las cosquillas en los labios de querer robar uno o muchos. 
Prometo no volver a detenerme. 

Prometo no volver a callar y no volver a arriesgar el "qué hubiera pasado"
Prometo demostrar que valgo la pena. 
Prometo no dudar de mi visceralidad. 

Prometo favorecer e incluso provocar las oportunidades de besar. 
No volver a consumirme en ganas. 
No esperar a que alguien más tenga la iniciativa. 
Prometo no sentarme a ver la vida pasar. 

Prometo vivir intensamente y amar aún más. 
Prometo contagiar el valor de querer y el ardor de desear.
Prometo provocarte lo que me provocas. 

Prometo hacernos sentir obscenos de intimidad. 
No dejar de hacerte efervecer. 
No dejar se enfríen los sabores que cocino. 
Prometo respetuosamente perdernos el respeto. 

Prometo soñar e incluir mis pasiones en cada sueño.
Prometo soñarte y soñarme, soñarnos y ensoñarnos y no despertar.
Prometo pasar las noches en vela junto a ti. 

Prometo escapar una docena de veces cada dos lunas a encontrarme contigo. 
No escatimar en detalles ni deseo.
No quedarme sin excusas para quererte ni sin razones para buscarte.
Prometo adueñarme de cada uno de tus suspiros. 

Prometo nunca parar de escribirte.
Prometo no temer al desamor. 
Todo esto te prometo, corazón de mi pecho, eternamente peleado con mi razón. 
Y te prometo que soy la clase de persona que cumple sus promesas. 

Alguien



Busco alguien con la suficiente madurez, 
que sea un caballero, noble y de buen corazón, 
valiente y que sepa luchar por lo que quiere. 
Con temple y buenas costumbres. 
Que maneje el estándar y que me tranquilice cuando esté al borde de colapsar. 
Que me haga sentir especial y me haga saber que soy especial. 
Que le gusten los niños aunque a mi no me gustan. 
Que sea un romántico de trova, 
con buen gusto y placeres sencillos. 
Que tenga el valor de enfrentarme cuando me equivoque y sea necio. 
Que pierda toda cordura en la cama. 
Que nunca me haga perder la capacidad de sorprenderme 
y que nunca me deje de electrizar el toque de su piel.
Que sepa amar como yo; sin límite. 
Que siempre vea por los demás sin dejar de cultivarse a sí mismo. 
Que sea exitoso pero no pierda el suelo. 
Que me rete intelectualmente y nunca me aburran sus pláticas. 
Que tenga algún placer culposo y gusto bizarro para compartir con los míos. 
Que le guste mi comida y cultive hierbas de olor conmigo. 
Que le guste la música y le guste bailar. 
Que crea en lo que quiera, pero que crea en algo. 
Que tenga un profundo amor por la naturaleza 
y un enorme espíritu de libertad y aventura. 
Que yo sea su única aventura. 
Que ame y se deshaga por amar. 
Que nos hagamos viejos juntos, 
me deje hacerlo feliz y me quite el terror de morir. 
Y que haga que valga la pena la levedad del Ser y la pena de perecer. 

El cuarto beso



A veces extraño la vez que me besaste; 
me cargaste y me besaste.
Así, cínicamente, frente a todos, con exceso de lengua.

Me besaste 
y después te busqué para que me besaras otra vez.

Con el primer beso me asusté;
no soy de los que les gusta exhibirse.
Y culpé al sabor a alcohol de tu saliva y al frío de tus labios.
Y me hice el mustio. 
Y te dije que pararas.

Con el segundo beso nos buscamos,
e hicimos parecer que era un accidente. 

Muy en lo profundo, tú, 
y evidente hasta mi piel, 
sabías que lo disfrutaba lo suficiente para no dejar de hacerlo.

Para el tercero, yo te busqué 
y a cambio me llevé un mordisco.

Pero cuando intentaste el cuarto,
ahí me invadió el pánico.

En una noche diferente y en una realidad alternativa, 
el cuarto hubiera sido el sueño romántico de cualquiera: 
me cargaste en medio de la gente, 
con las luces sobre nosotros y los sonidos vociferándonos, 
e hiciste que la multitud clamara el cuarto beso.

Pero no sucedió.
Se fundió en mi mejilla.

El cuarto beso nunca fue el cuarto.
Se evaporó y redujo hasta despedirnos de lejos.

Pude haberme enamorado de ti,
pero el cuarto beso...