Camino en ropa interior hasta la cama,
sólo una camisa encima,
el piso caliente bajo mis pies,
y el satín negro adosado a la piel de mi cadera.
Ahí estás tú, tumbado en la cama,
tu pecho reluciente bajo la tenue luz,
y tu cintura envuelta en la elástica tela gris de tu "ropa de dormir".
Con los brazos abiertos y el viento desde la ventana, meciendo los mechones de tu frente,
me miras tan intensamente, que hasta las plantas de mis pies se ruborizan.
Huelo a coco y parafina.
Hueles a tabaco y yerbabuena.
La habitación huele a todas las lociones de mi cómoda
y por la ventana entra el petricor de la lluvia que empieza a humedecer la tierra bajo el manzano.
Enervante, es la palabra.
Amor, el sentimiento.
Deseo, reacción.
Curvo mi espalda felina y depredo hasta ti.
Y sabemos que si nos empezamos a besar no podremos parar
porque el momento es demasiado perfecto y nuestras ganas son bastas.
Si abrimos demasiado la boca y tu lengua roza la mía,
si te muerdo el labio,
si me besas detrás del oído,
si te beso el cuello,
si me acaricias los costados,
si te paso los dedos por la espalda,
si te abrazo con las piernas y me anclo de tu cuello,
si abrazas mi locura con tu entereza...
Nuestros corazones se aceleran,
la sangre se adelgaza,
los poros se abren; se el calor,
la respiración se vuelve entrecortada,
cada vello se eriza y se funde cada centímetro de tu piel con la mía.
Todo un caos en armonía.
Todo pasa al mismo tiempo.
Somos omnipresentes; estoy en ti y tú en mi.
Todo vibra, todo tiembla.
Los botones abren flor y los volcanes hacen erupción.
El pasto crece, el rayo cae, el león alcanza a la presa.
Nuestra cadencia crea la marea y encela a la Luna.
Toda la armonía del caos como ninguna.
Y cuando todo termina,
el cielo se parte en mi dramático atardecer sobre la palidez de tu cielo.
El sol muere de pena al vernos y las estrellas enternecen sobre las ruinas de nuestro descansar.
Hicimos el amor y deshicimos el mundo.
El caos que destruye para volver a construir.
Tú y yo, abrazados en la cama,
sostenemos lo que acabamos de alumbrar.
La lluvia escurre del manzano,
los poros vuelven a cerrar,
las flores son fruto.
Y tú y yo dejamos descansar el caos que provocamos.
(Nuestra maldita costumbre de anticipar las cosas que ignoramos...)