martes, 6 de enero de 2015

El cuarto beso



A veces extraño la vez que me besaste; 
me cargaste y me besaste.
Así, cínicamente, frente a todos, con exceso de lengua.

Me besaste 
y después te busqué para que me besaras otra vez.

Con el primer beso me asusté;
no soy de los que les gusta exhibirse.
Y culpé al sabor a alcohol de tu saliva y al frío de tus labios.
Y me hice el mustio. 
Y te dije que pararas.

Con el segundo beso nos buscamos,
e hicimos parecer que era un accidente. 

Muy en lo profundo, tú, 
y evidente hasta mi piel, 
sabías que lo disfrutaba lo suficiente para no dejar de hacerlo.

Para el tercero, yo te busqué 
y a cambio me llevé un mordisco.

Pero cuando intentaste el cuarto,
ahí me invadió el pánico.

En una noche diferente y en una realidad alternativa, 
el cuarto hubiera sido el sueño romántico de cualquiera: 
me cargaste en medio de la gente, 
con las luces sobre nosotros y los sonidos vociferándonos, 
e hiciste que la multitud clamara el cuarto beso.

Pero no sucedió.
Se fundió en mi mejilla.

El cuarto beso nunca fue el cuarto.
Se evaporó y redujo hasta despedirnos de lejos.

Pude haberme enamorado de ti,
pero el cuarto beso...



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